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Ya lo dijo Einstein: “Si las abejas desaparecieran del planeta, al hombre solo le quedarían 4 años de vida”. Efectivamente, tal y como explicó el genio alemán, sin abejas no hay ni polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres. Puede sonar un tanto apocalíptico pero lo cierto es que estos insectos, a veces molestos, tienen un peso específico enorme en el funcionamiento del ecosistema del planeta, razón por la cual deberíamos preocuparnos por su salvaguarda.
Las abejas son mucho más importantes de lo que pensamos. La producción de alimentos a nivel mundial y la biodiversidad terrestre dependen en gran medida de la polinización, un proceso natural que permite que se fecunden las flores y den así frutos y semillas. Las abejas, y otros insectos como mariposas y abejorros, son los responsables de este proceso y, sin embargo, sus poblaciones están disminuyendo a pasos de gigante.
El 75% de la flora silvestre se poliniza gracias a las abejas y casi el 40% de las frutas y verduras que comemos procede de la polinización que realizan estos insectos en declive por un “cóctel” de amenazas entre las cuales figuran pestes, virus, hongos y pesticidas, sobre todo neonicotinoides, un tipo de neurotoxinas que mata a los insectos atacando su sistema nervioso. Incluso el cambio climático parece que está afectando a las poblaciones de abejas. Todo ello relacionado con la acción del ser humano (en el País Vasco las avispas asiáticas, “importadas” por el hombre, también suponen una serie amenaza para las poblaciones de abeja local).
Insustituibles
Un declive irreversible de las poblaciones de insectos polinizadores implicaría una pérdida de productividad de la gran mayoría de cultivos (en Europa el 84% de 264 cultivos dependen de la polinización por insectos) e incluso la inviabilidad de otros. Esto supondría un incremento del precio de los cultivos que se pudiesen mantener y un cambio en la pirámide alimentaria. Podríamos polinizar a mano algunos cultivos con un interés comercial importante… pero, ¿cómo polinizar el romero, tomillo, zarzamoras, arándanos y un largo etcétera? Imposible.
La solución al problema pasa por prohibir los productos tóxicos para las abejas actualmente en uso, y hacer que la evaluación de riesgos de los plaguicidas sea mucho más estricta. Un uso responsable de los pesticidas disminuiría en gran medida el riesgo que se cierne sobre la sanidad apícola. Un mayor cuidado de nuestro entorno y un acercamiento a la agricultura ecológica serían también, sin duda, una gran ayuda para salvar a este insecto tan importante para el planeta.