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54 días de calvario en la tundra más inhóspita del planeta para recorrer 1.482 kilómetros con rachas de viento huracanadas, tormentas de nieve y temperaturas medias de -30oC. Estas son las cifras que adornan la hazaña del aventurero Colin O´Brady, que acaba de recorrer la Antártida de extremo a extremo en solitario y sin ayuda externa.
Durante esos 54 días O´Brady ha sufrido ceguera por la nieve, congelaciones y quemaduras solares, deshidratación, estreñimiento, ampollas y un agotamiento extremo. Se ha visto obligado a afrontar jornadas de trabajo extenuantes de hasta 13 horas, y a arrastrar un trineo de más de 165 kilos de peso. Y ha tenido que racionar su comida a ciegas, y habituarse al pulso diario que le echaba la Antártida.
Pero la naturaleza no contaba con un adversario como este joven aventurero americano de 33 años: su voluntad de hierro y disciplina espartana le han permitido completar una travesía casi inalcanzable en un tiempo récord, superando a grandes expedicionarios como Ernest Shackleton y Henry Worsley.
O´Brady quiso que Instagram fuera el notario de su hazaña con una imagen icónica frente al poste de madera que marca el límite de la barrera de hielo de Ross, donde la masa de tierra de la Antártida da paso al mar de hielo. “32 horas y 30 minutos después de dejar el campamento la mañana de Navidad he cubierto las 80 millas restantes de esta ultramaratón antártica hasta llegar a la línea de meta”, dijo O´Brady para cerrar el post con una frase de Nelson Mandela: “Hemos convertido nuestro sueño en realidad y hemos probado que The Impossible First es posible. Siempre parece imposible hasta que se hace”.
Solo gracias a su férrea voluntad O´Brady ha conseguido superar cada uno de los retos que le había preparado la Antártida. Uno de ellos se produjo apenas dos semanas después de partir desde la barrera de hielo Filchner-Ronne: el joven norteamericano encontró su trineo sepultado bajo una capa de nieve y tuvo que recoger todo su equipo en medio de vientos de casi 50 km/h que le lanzaban ventisca como si fuera una lluvia de perdigones; con las piernas y el trineo hundidos en nieve virgen, solo, agotado y en medio de un paraje inhóspito en el que solo su GPS mostraba rasgos de vida.
O el que sufrió siete días antes de completar su hazaña, con rachas de viento huracanadas, temperaturas extremas y nula visibilidad en una zona inaccesible para cualquier equipo de rescate. La tormenta perfecta para alimentar sus “demonios” internos, y que el propio O´Brady solo pudo superar mientras repetía su “mantra” favorito: “Esto también pasará”.
Y pasó. El expedicionario ha vencido estos pulsos al igual que ha conseguido superar los retos que la vida le ha puesto por delante, como el accidente que sufrió en Tailandia, que le provocó graves quemaduras y que amenazó con no dejarle volver a caminar con normalidad. Sin embargo, tan solo un año después de aquel accidente, este joven licenciado en Economía por Yale se convirtió en triatleta y montañista, y completó en 139 días el Explorers Grand Slam (los picos más altos de cada continente) y The Seven Summits, en 132.
Su travesía por la Antártida ha convertido a Colin O´Brady en una “persona diferente” de la que empezó este reto el pasado mes de octubre, y sus sensaciones quedan reflejadas en la frase con la que cerró el relato de su aventura: “Estoy simplemente asombrado de la inmensidad, la belleza y el poder de nuestro planeta”.