- Aventura y Montaña
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Su nombre en urdu e hindi, lenguas indoarias de Paquistán e India, significa “Montaña Desnuda”. Pero el Nanga Parbat (8.125 m.) se ha ganado a pulso el apelativo de “montaña asesina”: se lo puso el mítico Hermann Buhl al hollarla por primera vez en 1953, tras comprobar en primera persona por qué otros 31 montañeros habían muerto antes en el intento.
Desde entonces, la historia ha dado la razón a Buhl: a lo largo del último siglo y medio, el Nanga Parbat ha engrandecido su leyenda negra enterrando a más de 80 alpinistas en sus laderas. Solo el Annapurna le ha superado en esta tétrica estadística. Y, salvo milagro, la cifra será aún mayor tras la desaparición de los montañeros Daniele Nardi y Tom Ballard el pasado 24 de febrero.
Ambos escaladores intentaban subir este ochomil a través del espolón Mummery, una ruta que nunca nadie ha conseguido superar y que lleva el nombre de su primera víctima, el alpinista británico Albert Mummery, fallecido en 1895 junto con sus sherpas Raghonbir Thapa y Goman Singh. El día de la desaparición, Nardi y Ballard llegaron a los 6.300 metros.
Y desde entonces, nada.
Dos días después se activó el operativo de rescate, pero el eterno conflicto entre India y Paquistán en la región de Cachemira retrasó la salida del helicóptero en el que viajaría el experimentado Ali Sadpara y dos alpinistas paquistaníes. La intensa labor diplomática de Italia y Reino Unido permitió al fin obtener un permiso especial para el rescate, que se activó el día 28. Sin embargo, los dos vuelos de reconocimiento no hallaron rastro de los alpinistas: el equipo de rescate tan solo encontró los restos del campo 3 y la tienda de Nardi en una zona arrasada por los aludes de nieve. Ni siquiera el ensordecedor ruido de los rotores del helicóptero consiguió sacar al descubierto algún rastro de vida en la zona.
Daniele Nardi y Tom Ballard pretendían hacer historia con la ascensión del Nanga Parbat en invierno a través del espolón Mummery, una gesta inédita. La expedición encaró su recta final el pasado 29 de diciembre, cuando instaló el Campo 3 a 5.700 metros en medio de una gran tempestad. Pero las condiciones climatológicas eran tan adversas que los pakistaníes Karim Hayat y Rahmat Ullah Baig, que formaban parte de la expedición, decidieron abandonarla y dejar solos a sus compañeros. Nardi y Ballard decidieron seguir adelante a pesar del enorme riesgo de avalanchas. El 22 de febrero ambos abandonaron el Campo Base, y dos días más tarde, entre intensas nevadas, se perdió su rastro.
La relación de Daniele Nardi con el Nanga Parbat no es nueva: éste es su quinto intento de ascensión invernal desde el año 2013, cuando llegó a los 6.400 metros junto con Elisabeth Revol. Dos años después, Nardi expulsó de su expedición a Tomek Mackiewicz y a la propia Revol para unirse al vizcaíno Alex Txikon. Pero la relación entre ambos tampoco fraguó: en 2016, sus diferencias forzaron la salida del italiano, y poco después el propio Txikon, Ali Sadpara y Simone Moro se convirtieron en las primeras personas en coronar el Nanga Parbat invernal.
Por su parte, el compañero de expedición de Nardi, el británico Tom Ballard, es hijo de la montañera Alison Hargreaves, que falleció tras pisar la cima del K2 en 1995. Hargreaves consiguió hollar las seis caras norte de los Alpes durante el invierno de 1988. Después se propuso escalar las tres montañas más altas del planeta en solitario: lo logró en el Everest y en el K2, pero una avalancha se la tragó junto a otros seis alpinistas, entre ellos Javier Olivar, Javier Escartín y Lorenzo Ortiz.
El nombre del Nanga Parbat siempre ha estado íntimamente ligado al drama. El pasado año, la montaña asesina se cobró la vida de uno de los ex compañeros de Nardi, Tomasz Mackiewicz, tras quedar atrapado con Elisabeth Revol a más de 7.200 metros. Un equipo ruso desplazado desde el K2 consiguió rescatar con vida a la francesa, pero no pudo hacer nada por el polaco, afectado por ceguera de nieve, piernas congeladas y edema pulmonar y cerebral.
Un año antes fueron el vitoriano Alberto Zerain y el argentino Mariano Galván quienes murieron en sus laderas. Una avalancha de nieve barrió a ambos cuando intentaban ascender por la arista Mazeno. Su fallecimiento solo se pudo confirmar en un reconocimiento aéreo de la zona.
Estas muertes engrosan la larga lista de víctimas que han contribuido a aumentar la dramática leyenda negra del Nanga Parbat.