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Si alguna vez vas por los alrededores de Atxarte y ves a lo lejos un hombre y un perro, y te sorprende la destreza con la que el perro se desenvuelve roquedos casi verticales es muy posible que el hombre al que acompaña sea mi amigo Iñaki.
Lo conozco desde que tenía quince años, he compartido con él excursiones, escaladas, travesías de esquí, cenas y desayunos en refugios deshabitados y en vivacs sobre la nieve. Es de esos personajes buenos y divertidos a la vez. Él ronda ahora los sesenta. Por eso pensé que, a estas alturas, ya no podía sorprenderme. Pero un día….
“Aquello es Cebollera, Peña Prieta, Peña Sagra, Peña Labra…” Fue en un día soleado y precioso del pasado invierno; estábamos en la cima del Cornón, en el Alto Campoo, quitando las pieles a los esquíes para la última bajada del día, cuando me sorprendió el profundísimo conocimiento que Iñaki tenía de la Cordillera Cantábrica.
¿Y eso? Le pregunté como quien podía haberle dicho: Primero: ¿Por qué tienes tanta memoria? Y segundo: ¿Por qué te conoces tan bien esa zona tan alejada de la civilización?
Él hizo un fugaz gesto de asentimiento acerca de su memoria y luego contó brevemente su primera salida a los Picos de Europa. Tenían muy pocos años y menos dinero. Se dedicaron a escalar en las agujas de Tajahierro. Por supuesto, subieron andando desde Espinama porque no podían pagar el teleférico.
¿Aquella vez que las vacas os comieron media la tienda?
Íñaki movió la cabeza arriba y abajo, entre risas. Y nos explicó algo que yo desconocía:
Pues aquella vez que no teníamos dinero para el teleférico, tampoco lo teníamos para volver a casa en autobús. Así que nos volvimos para casa andando por allí.
La carcajada debió de oírse desde Reinosa.
Generalmente, quiero a mis amigos. Pero a veces, también los admiro. Hasta el punto de que, si en aquel momento me hubieran concedido un deseo hubiese pedido que mi hijo, de mayor, se parezca a Iñaki: Capaz de ilusionarse tanto por lograr el objetivo de escalar en los Picos de Europa o el que sea; capaz de esforzarse tanto como haga falta, con buen y mal tiempo, con muchas horas de caminata por delante y por detrás. Capaz de soportar toda la carga necesaria (saco, tienda, comida, cuerdas) como para poder ser autónomo. Hábil para buscar y estudiar previamente toda la información necesaria (mapas, brújula entonces no había guías ni GPS). Audaz como para atreverse a caminar en terrenos desconocidos, sabiendo que es posible perderse. Humilde, porque me da la impresión de que Iñaki no sabe que tiene todas estas cualidades y esa ignorancia es otra de sus virtudes.
Por cierto: Si alguna vez caminas por los alrededores de Atxarte y ves a lo lejos a un hombre con un perro que trepa extraordinariamente bien por los roquedos, acércate. Si al hacerlo compruebas que el perro, en realidad es una cabra, no lo dudes: Ese hombre es mi amigo Iñaki. La pobre cabra se quedó sin madre nada más nacer e Iñaki debió alimentarla con biberón. Desde entonces le sigue a todas partes, como un perro si bien, como él dice, a ésta no hay que llevarle la comida. Ella no lo sabe, pero salvo accidentes, le espera una larga vida. Por cierto: Se llama Margarita.