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La historia de la barcelonesa Xiana Siccardi y de Lakpa Nuru Sherpa tiene todos los elementos necesarios para convertirse en un best-seller… si no lo hubiera hecho ya. En primer lugar, por el romanticismo que destila esta atípica pareja. Se conocieron hace dos años en la cordillera del Himalaya, y ha logrado salvar las enormes diferencias culturales que les separan para experimentar juntos una aventura vital. Después, porque esta historia de superación arrancó hace 15 años con otra victoria personal todavía más importante: la que permitió a Xiana zafarse de las garras del cáncer. Y por último, porque entre ambos han construido el libro “Sherpas. La otra historia del Himalaya”, con cuyas ventas han impulsado una ambiciosa campaña de retirada de basura del Everest, el techo y, al mismo tiempo, uno de los estercoleros del planeta.
Una de las muchas consecuencias que ha dejado la pandemia, y las restricciones a la movilidad, ha sido vaciar de gente las cumbres del Himalaya, especialmente el Chomolungma (Everest), uno de los principales reclamos turísticos que reunió en sus laderas a más de 800 personas en 2019. Este vaciamiento ha vuelto a poner sobre la mesa el problema de la acumulación de basura. Desde hace varios años, las autoridades locales han puesto en marcha campañas de limpieza que han registrado cifras de desechos increíbles.
En 2018 un equipo de limpieza retiró 8,5 toneladas de basura, entre ellas 2,5 toneladas de heces humanas y 1 Tn de equipos. Y un año después, el Gobierno nepalí puso en marcha una ambiciosa recogida de residuos que se saldó con la recuperación de 11 toneladas de desperdicios. Este último proyecto, cuantificado en cerca de 200.000 euros, supuso una de las mayores iniciativas de este tipo desarrolladas por el Gobierno nepalí. Permitió recuperar desde botellas de oxígeno, hasta tiendas de campaña fluorescentes, equipos de escalada descartados y miles de kilos de desechos humanos, además de cuatro cadáveres. De hecho, se calcula que de las 300 personas que han fallecido en el Everest durante las últimas décadas, solo se ha podido recuperar la tercera parte de los cadáveres. El resto permanece congelado bajo la nieve a la espera de que el cambio climático o la acción del ser humano logre aflorarlo a la superficie.
Aquella ambiciosa iniciativa de limpieza tiene hoy su continuación gracias al proyecto impulsado por Xiana Siccardi y Lapka Nuru, que no solo persigue retirar la porquería de esta emblemática montaña, sino también compensar la ausencia de trabajo de los sherpas, porteadores y el resto de la población local que se ha quedado sin medio de subsistencia a causa de la pandemia.
Aunque toda esta basura puede parecer el resultado de una gran frivolidad por parte de turistas de montaña que están dispuestos a hacer lo que sea para fotografiarse en la cumbre, lo cierto es que en muchas ocasiones no queda más remedio que dejar atrás parte del equipamiento. El ascenso al Everest exige trasladar mucho material de escalada, oxígeno, cocina, tiendas, etc., que los porteadores van distribuyendo por los diferentes campamentos. Este material se debe recoger durante el descenso pero, paradójicamente, éste es el momento más peligroso de la expedición debido al cansancio, a las consecuencias de la ascensión, al agotamiento de los recursos etc. Por esta razón, en muchas ocasiones se prioriza la seguridad y la rapidez del descenso, y la mayor parte del material sobrante se queda en el Campo 4, situado a 7.920 metros de altitud, a escasos 80 metros de la llamada “zona de la muerte”.
Para recuperar estos desperdicios es necesario organizar expediciones específicas compuestas por porteadores y guías de montaña, que requieren financiación y tiempo. La pandemia ha aportado la disponibilidad temporal gracias a las restricciones a la movilidad impuestas por las autoridades locales. Y la solidaridad personal de Xiana Siccardi y Lakpa Nuru, y su libro, que ya va por la segunda edición, pueden ayudar a hacer el resto.