- Aventura y Montaña
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Ha sido una de las gestas del año, quizá de la década, en uno de los picos más temidos del planeta, el Nanga Parbat, la montaña asesina: el arriesgado rescate contrarreloj de la escaladora francesa Elisabeth Revon, que ha vuelto a mostrar al mundo los valores más puros del alpinismo. Pero el Himalaya pocas veces permite que los éxitos que se celebran en sus cumbres sean completos. Y este rescate no ha sido una excepción.
A mediados de enero, los escaladores polaco Tomek Mackiewicz y la francesa Elisabeth Revol se embarcaron en una expedición que solo había estado al alcance del vizcaíno Alex Txikon y sus compañeros de cordada Ali Sadpara y Simone Moro: pretendían coronar los 8.125 metros del Nanga Parbat durante la estación invernal. Se trataba de la tercera ocasión que el montañero polaco abordaba la gesta, después de acumular sendos fracasos en 2015 y 2016, y lo iba a intentar junto a la escaladora francesa Elisabeth Revol. Pero la expedición terminó el pasado sábado en fracaso, y el fracaso en tragedia: el nombre de Tomek Mackiewicz es ya el número 82 de la lista de víctimas que se ha cobrado esta montaña, inmediatamente después de los del alavés Alberto Zerain y su compañero Mariano Galván.
La situación para el polaco y la francesa comenzó a ser crítica el pasado viernes, cuando ambos se encontraban a 7.400 metros de altitud y en medio de temperaturas extremas de 40o bajo cero. Ese día fue cuando Elisabeth Revol realizó una angustiosa llamada de auxilio que desencadenaría una de las operaciones de rescate más fulgurantes que se recuerdan. Su compañero Mackiewicz se encontraba totalmente afectado por el mal de altura, padecía un edema pulmonar y se había quedado prácticamente ciego por la acción de la radiación solar. Ella sufría congelaciones en los pies y apenas podía caminar. La altura a la que se encontraban y la dureza de las condiciones climatológicas hacían imposible pensar en un hipotético rescate aéreo. Y ambos lo sabían.
Por eso Elisabeth Revon tomó la decisión más dura y a la vez más sensata a la que se puede enfrentar cualquier montañero en sus circunstancias: dejó a su compañero en las mejores condiciones posibles en una tienda de campaña y emprendió el descenso para intentar salvar su vida.
En paralelo, a 200 kilómetros de distancia, en las laderas del K2, un grupo de montañeros polacos analizaba a contrarreloj el modo en que podía responder a la llamada desesperada de Revon. La decisión estaba tomada: Adam Bielecki, Piotr Tomala, Jared Botor y Marek Chmielarski se dispusieron a salir en busca de su compatriota y de la francesa lo antes posible, no sin antes sortear los trámites burocráticos y económicos que iba a acarrear el rescate. Por eso no pudieron partir hasta el día siguiente, cuando el gobierno polaco asumió los costes del traslado en helicóptero hasta la zona.
Las condiciones meteorológicas obligaron a los helicópteros a dejar a los miembros del equipo a 4.700 metros, en lugar de los 6.300 previstos. El éxito del rescate quedaba en manos de su rapidez y de su pericia. Y el resultado fue asombroso: los escaladores realizaron en apenas ocho horas el recorrido que habitualmente costaría un día en completar, y superaron un desnivel de 1.000 metros con una brillantez y rapidez únicas. Cuando llegaron a los 6.000 metros, Adam Bielecki y el kazajo Denis Urubko, encontraron a Revol en condiciones lamentables, pero consiguieron conducirla al refugio seguro del Campo 2. Poco después fue evacuada en helicóptero.
Pero su compañero de cordada corrió una suerte muy distinta. El equipo de rescate estudió la posibilidad de escalar los 1.200 metros de desnivel que les separaban de su compatriota maltrecho. Pero las condiciones climatológicas que reinaban en la “montaña asesina” les obligaron a tomar una decisión tan dura como frecuente en el Himalaya: “Por desgracia, el rescate de Tomek no es posible porque el tiempo y la altitud pondrían la vida de los rescatadores en un peligro extremo. Es una decisión terrible y dolorosa. Sentimos una profunda tristeza. Todos nuestros pensamientos están con Tomek y su familia. Estamos llorando”. Estas palabras, pronunciadas por Ludovic Giambiasi, se convertían así en el epitafio del montañero polaco y en el trágico broche a una increíble operación de rescate que ha vuelto a engrandecer los valores de la montaña. Valores como los que llevaron a Iñurrategi, Zabalza y Vallejo a rescatar a un italiano abandonado por sus compañeros el pasado verano en el Gasherbrum II